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Empezar ahora Demostración en vivo“Esto no se me da bien,” me dijo mi hija de cinco años, Emma, mientras miraba a su puzle de palabras. Sus palabras seguían resonando en mi mente y me preguntaba si siquiera lo había intentado. Me tuve que preguntar a mí misma: Y si realmente lo intentó, y digamos que tuvo dificultades para terminarlo, ¿por qué no acudió a mí para que le ayudara? ¿Se trata de algo más que del simple nerviosismo por tener que pedir ayuda? ¿Le asustan las tareas difíciles? ¿Se siente frustrada al tener que provocar un proceso creativo?
Como necesitaba respuestas, empecé por reunirme con su profesor para preguntar por su rendimiento en clase. Hizo comentarios sobre sus calificaciones más bien medias y me dijo que Emma es introvertida y que no participa con entusiasmo en ninguna actividad extracurricular. El profesor de Emma también me dijo que no le va bien en exámenes o cuestionarios que les pone por sorpresa. Pero ella emplea mucho tiempo preparándose para exámenes, así que, ¿por qué no obtiene buenas calificaciones? ¿Por qué no participa en actividades y juegos con entusiasmo?
Con todas estas preguntas en mente, empecé a observar más de cerca sus actividades. Noté que no tenía ganas de probar cosas nuevas y no podía entender el por qué. Expresaba ira cada vez que era incapaz de resolver un problema. Le compré libros de juegos y le pedí que jugara conmigo. Cada vez que perdía, mostraba una actitud agresiva y, sencillamente, se negaba a seguir jugando. Monitoreé su Tablet mediante una app para padres. Me sorprendió ver que solo había tres juegos en su Tablet, Subway surfers, Diner Dash, y Fruit Ninja. Accedí a su Tablet a distancia e instalé dos de los juegos más populares, pero me sorprendió ver que ni siquiera los tocó. Le pedí que probara con un juego nuevo, pero me dijo: “No puedo hacer esto.” Abrió los juegos un par de veces, pero nunca los utilizó. ¿Debería preocuparme?
Seguí pidiéndole que probara con juegos nuevos una y otra vez, pero la mayoría del tiempo su respuesta fue: “Esto no se me da bien.” Tras monitorear sus actividades durante semanas, me di cuenta de que tiene miedo a confrontar el fracaso. Me di cuenta de que el miedo al fracaso es un factor importante que le echa para atrás.
Para mi hija y para innumerables jovencitos, el miedo al fracaso puede resultar mortificante y paralizante, pero debe de haber una solución para este problema, ¿verdad?
Determinada a encontrar una solución mejor, empecé a investigar métodos para ayudar a los niños a enfrentarse con el miedo al fracaso. Hice una lista de las razones para el miedo al fracaso en los niños. Voy a probar la estrategia que expongo a continuación con mi hija, y sugiero que tú también lo hagas con tus hijos.
Si quieres ayudar a tus hijos a enfrentarse con el miedo al fracaso, ¡sigue leyendo!
Miedo de cometer errores en los niños
“¿Qué has hecho?”
“¿Eres tonto?”
“¿Quieres hacerte daño? Aléjate del fuego.”
“¿Es que no sabes que esto está mal?”
Como padres, seguro que estas frases os resultan familiares. Pero un crío no, y las oye, y piensa por qué le estará chillando su madre o padre de esa manera.
Si estás educando a tu hijo en un entorno en que le chillas cada vez que trata de hacer algo nuevo, puede que le acabe dando miedo probar cosas nuevas cuando se haga mayor. Si le gritas cada vez que hace algo mal, puede empezar a pensar que cometer errores es vergonzoso y como resultado, puede acabar con miedo a enfrentarse al fracaso.
Miedo al fracaso en niños
Los niños aprenden el miedo al fracaso de sus padres. No nacen con ello, sino que lo absorben del ambiente que les rodea.
Visualiza una imagen de un bebé, que se cae decenas de veces, y siempre vuelve a ponerse de pie sin sentirse mal en absoluto. La actitud de los padres les enseña cómo tener miedo del fracaso. Si le chillas a tu hijo cada vez que está a punto de hacer algo malo o si le asustas cada vez que está a punto de hacerse daño, se convertirá en un adulto inseguro. Le dará miedo cometer errores, lo que lleva al miedo al fracaso.
Los niños nacen con valor, pasión, confianza, y una actitud positiva. Nosotros, como padres, somos los que les enseñamos el miedo y con ello transformamos sus personalidades.
¿Están los padres empeorando las cosas?
La cuestión es que, con nuestros esfuerzos por proteger a nuestros hijos del fracaso, también les robamos oportunidades de aprendizaje que podían serles muy útiles. Muchos padres combinan su amor y cuidados con el miedo al fracaso. Los niños reciben vibraciones negativas de la conducta de los padres y las interpretan de la peor manera posible. Los niños se toman el fracaso como una amenaza a su estatus personal y social. Para los niños, es tan importante lo que les decimos como el cómo se lo decimos. Normalmente, los padres les regañan por su conducta infantil, o por tener notas mediocres, o no rendir bien en alguna competición deportiva. Nuestro refuerzo negativo acelera los sentimientos de vergüenza en ellos. Como padres, nos olvidamos de que nuestras palabras y actos juegan un papel vital en la educación de nuestros hijos.
Los niños evitan el fracaso
Los niños evitan el fracaso de tres maneras:
- Los niños no participan en las actividades en las que temen fracasar. Se desvinculan de esas actividades como medida de seguridad. Para evitar el fracaso, se emplean métodos como las lesiones, enfermedades, material dañado, falta de interés, o simplemente, la negación. Están a salvo del fracaso si no participan.
- Los niños se justifican a sí mismos para evitar el fracaso. Si fracasan en alguna actividad, tratan de protegerse a si mismos con alguna excusa tonta. Algunas veces, los niños le echan la culpa a los demás, o les acusan de favoritismo. “Hubiera ganado este premio, pero el árbitro favoreció a otro”, o “hubiera realizado esta tarea, pero mi madre no se sentía lo bastante bien como para ayudarme”. Les echan la culpa a los demás de su propio fracaso.
- Los niños prefieren quedarse en su “zona de seguridad”, un punto medio entre el fracaso y el éxito real. En su zona de seguridad, no hay amenaza de fracaso. No se arriesgan ni intensifican sus esfuerzos para conseguir el éxito. Establecen sus límites de éxito para que sean tan bajos como les convenga. Por ejemplo, si están teniendo notas de un 65%, se contentan con ello y le llaman éxito porque no están dispuestos a enfrentarse al fracaso.
Por qué necesitamos dejar que los niños se enfrenten al fracaso
El fracaso es una parte esencial de la vida, ya que motiva a una persona a superar los obstáculos que lo causaron. Los niños aprenden habilidades básicas como compromiso, determinación, y toma de decisiones al enfrentarse al fracaso. Superar la frustración y la decepción les ayuda a desarrollar una actitud positiva.
Maneras de ayudar a su hijo:
- Cambie su percepción del fracaso
Los niños aprenden de nosotros, así que tenemos que cambiar nuestras actitudes hacia nuestros propios errores y fracasos. Por ejemplo, cada vez que yo cometo algún error, trato de responder con humor y le hablo a mi hija de ello. Le digo que he aprendido de mi fracaso. Como padres, hemos de actuar con calma y relajarnos cuando nuestro hijo tenga dificultades. Debemos mostrar una actitud optimista ante sus fracasos.
Para información más detallada, lea el artículo, Guía de Mentalidad de Crecimiento para Padres,
- Enfatice el esfuerzo más que la habilidad
Dígales a sus hijos que el rendimiento no es tanto cuestión de habilidad, sino más bien de esfuerzo, práctica y determinación. Eso no significa que le fuerce a su hijo a intentarlo con más ganas para evitar el fracaso. Puede sugerirle varias estrategias que le pueden ayudar la próxima vez. “No pasa nada si el baloncesto no es tu mejor deporte.” Al decirle esto, le animo a mi hija a que pruebe con otros deportes para superar su miedo al fracaso.
- Muéstreles amor inconditional
Según un estudio de Matt Covington, hay una relación directamente proporcional entre el miedo al fracaso y la autoestima. Los niños suelen vincular su autoestima a los comentarios que hacen sus padres sobre ellos. Puede que piensen que van a perder el afecto y el amor de sus padres si su rendimiento, tanto curricular como extracurricular, no es lo bastante bueno. Puede que vinculen su conducta irreprochable con el aprecio de los padres. Naturalmente, esas creencias llevan a un miedo al fracaso. Tiene que mostrar a sus hijos que, incluso aunque fallen, los amará incondicionalmente.
- Prepárelos para las peores situaciones posibles
Si su hijo tiene miedo al fracaso, puede practicar este ejercicio de la peor situación posible, presentado por Tim Ferris. Puede preguntarle cuál sería su acción en las peores situaciones y darle sus sugerencias.
- Ayúdeles a generar soluciones
No tiene que proteger a su hijo de todos los problemas. Deje que se enfrenten al fracaso y entonces ayúdeles a concentrarse en encontrar una solución. Hable con ellos de las acciones a tomar, los resultados de esas acciones, y de cómo evitar esos resultados en el futuro. De este modo, los niños aprenden a lidiar con el fracaso sin frustración ni decepción.
- Aliente un diálogo abierto sobre el éxito y el fracaso
Empleando la analogía del iceberg, hable del éxito y de la cadena de esfuerzos que hay detrás del mismo. Hable del fracaso y de sus beneficios. Explíqueles cómo pueden aprender de sus fracasos para conseguir el éxito.
Comentario Final Proteger a tu hijo del fracaso no va a funcionarte. Deja que se enfrenten a ello y que reciban los beneficios que traen los fracasos consigo. Permite que exploren, tomen riesgos, y que vayan en pos de sus sueños, porque enfrentarse al fracaso les hará más fuertes y decididos.